Si tuvieramos que comenzar a hablar de nuestras raíces más atávicas, no cabe la menor duda de que el guaguancó es uno de los elementos que trazan el camino vivido por generaciones de cubanos. El ritmo incesante que nació en las mismísimas entrañas de Cuba, en el encanto de la libertad que se respiraba en La Habana tras siglos de condena esclavista, deja ver en cada uno de sus movimientos el espíritu más romántico y salvaje de las tierras africanas. Derivación festiva de la rumba que se combinaba con rituales de marcado corte profano, el guaguancó aún sigue recibiendo la savia primigenia de sus tiempos más remotos. Sincretismo de sincretismos, las raíces castellanas y africanas se unen entre el ritmo enloquecido africano junto con las décimas españolas. El famoso rumbero Mongo Santamaría diría en su momento que el guaguancó dio su primer aliento de vida cuando los afrocubanos probaron a cantar las mieles del flamenco. Las piezas que más solera conservan son los guaguancós del tiempo de España, clara alusión al declive de la era colonial de España en Cuba.
Mientras tres tumbadoras enloquecidas y una caja de percusión golpeada rítmicamente con un par de baquetas o palillos resuenan en el eco de las calles, el solista comienza a desgranar con valentía y sentimiento ancestral acompañado de una coral sublime a la par que sencilla. Entonces, como si de un par de apariciones desasosegadas y en contínuo movimiento se tratasen, los bailadores irrumpen en medio del cántico. Las gentes dejan espacio suficiente como para convertirse en testigos de este tira y afloja sensual. Más vertiginoso que el yambú, el guaguancó comienza a bailarse cuando el varón, con vaivenes sumamente eróticos se dirige a la mujer, la cual, con una mezcla de descaro y desdén se aleja comprometedoramente de él en una suerte de breves contracciones en las que cubre su sexo evitando ser vacunada. Este acto, pleno de simbolismo y sentido natural, representa el modo en el que el hombre decide conquistar a la dama, y al que se ha llamado vacunao. Tras avances y retrocesos, tras el frenesí pélvico en su máxima expresión, y en apenas un espacio de separación entre ambos de un par de metros, dirimen por fin la victoria de uno de los dos. Si el hombre logra vacunarla, vence él, pero si por el contrario es ella la que no se ha dejado embaucar con su abrochao, la lid se decantará a su favor. El empate final demostrará la gran calidad de los dos bailadores y dejará satisfechos a ambos entre sudor y suspiros de agotamiento.
Grandes exponentes de este género musical y coreográfico que se enraíza profunda y provocadoramente en el alma de Cuba son entre otros Celeste Mendoza (conocida también como La Soberana, fue catalogada en su tiempo como la Reina del Guaguancó por la inconfundible forma que tenía para interpretar ese género de la música cubana), Arsenio Rodríguez (destacado músico matancero, entre los temas más conocidos se encuentra "Malanga murió”), Los Papines (agrupación musical rumbera y entre su repertorio se encuentra varios temas reflejando este ritmo cubano), Conjunto Clave y Guaguancó (agrupación musical donde su género está enfocado en el guanguancó, como su nombre lo indica), y Los Muñequitos de Matanzas (afamada agrupación musical cubana profesional de la rumba y que ha recorrido el mundo entero. Es hoy una institución orgullo y baluarte de la Cultura Nacional).
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